El lunes día 5 publiqué una entrada en que daba a conocer un nuevo blog. Es el blog de Rocío, en él, esta profesora ciega (digo ciega y no invidente porque ella lo prefiere) denunciaba su situación; una situación injusta donde las haya. Quiero mandarle ánimos e invito a los que se rebelen contra las injusticias que pongan su granito de arena para que se conozca lo que le sucede. El título de esta entrada nada tiene que ver con los que no ven, sino con los que no quieren ver.
Carta de Rocío Sánchez.
Estimados lectores:
Mi nombre es Rocío, tengo 29 años y soy ciega. Soy licenciada en Filología Hispánica y Traducción e Interpretación por alemán. En 2004 aprobé las Oposiciones al cuerpo de profesores de Enseñanza Secundaria, por la especialidad de Música. Estuve trabajando cuatro años por diferentes pueblos de Granada, donde me fue bastante bien por contar con una serie de servicios que esta capital ofrece: voluntariado de la ONCE para lectura y corrección de exámenes, proporción del material tiflotécnico necesario, técnicos de rehabilitación visual, etc. Aparte, el hecho de vivir en esta ciudad me suponía mucha independencia. El curso 2007-2008 pude disfrutar asimismo de un profesor de apoyo asignado por la Consejería de Educación, que me acompañaba en el aula dos días en semana. Los tres restantes los pasaba con otro compañero ciego que estaba destinado en un pueblo cercano.
Sin embargo, todo cambió el curso 2008-2009, cuando me adjudicaron destino definitivo en la pedanía jerezana de Guadalcacín. Al tratarse de un pueblo pequeño y con no muy buenas comunicaciones de autobuses me vi aislada; aparte de esto, la ONCE de Jerez no ofrecía servicio de voluntariado para lectura de exámenes y documentos. Solicité un apoyo a la Administración, que me fue denegado. Curiosamente, a mi compañero de Granada le ha sido concedido: su asistente acude al aula todos los días. ¡Y se trata de la misma Consejería de Educación! Pero en Granada se contempla tal apoyo y en Cádiz no; no me pregunten por qué.
En el pueblo me sentía un poco acosada porque mis alumnos vivían allí al lado, sabían todos mis movimientos y alguno incluso me amenazó cuando lo advertí de una amonestación escrita por mal comportamiento: "Oye, que sé dónde vives". La disciplina en el Instituto dejaba mucho que desear. Me vi sola y sin recursos, pues no disponía de nadie para lectura de exámenes; me resultaba difícil acceder a los servicios más elementales por encontrarme en un pueblo pequeño, etc. Todo esto hizo que me diese de baja a finales de octubre. En febrero me citó la Asesoría Médica de la Delegación de Cádiz. El Inspector Médico que me vio no me dio opción a nada: apenas hube ocupado la silla frente a él me espetó que mi problema no es la depresión, sino la ceguera y que ahí lo que procedía era enviarme al tribunal de incapacitación; es decir, jubilarme. Intenté rebatirle: no era posible que ellos me hubiesen dado la plaza y ahora me la quisieran quitar; por ley se reserva un número de plazas para discapacitados; hay otros ciegos trabajando y algunos disponen hasta de apoyo por parte de la Administración; en otros centros con más recursos podría desempeñar mi trabajo perfectamente. .. Le hablé de mis planes de solicitar comisión de servicios a Granada. "Olvídate de eso -interrumpió de muy mala manera-. Aquí lo único que tenemos es un puesto de destino y una persona que no puede desempeñar su trabajo en dicho puesto". Sobre el apoyo que está recibiendo mi compañero, dijo simplemente que "no se contempla".
La comisión de servicios me fue denegada. Claro, la Asesoría Médica de Cádiz era la encargada de supervisarla. Recurrí y también me denegaron el recurso. En junio pedí el alta, que tampoco me aceptaron. Ahora sigo de baja esperando a que el Tribunal de Incapacitación dictamine si va a jubilarme o no o bien a que la Consejería de Educación me ofrezca otra respuesta.
Sobre todas estas peripecias hablo en mi blog:
Les agradezco sinceramente su atención.
Rocío Sánchez.
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