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martes, 20 de octubre de 2020

Impacto de la COVID-19 en niños con trastorno del espectro autista


La Revista de Neurología publica (Rev Neurol 2020; 71 (8): 285-291) el artículo de Rita Amorim, Sara Catarino, Pedro Miragaia, Cristina Ferreras, Victor Viana y Micaela Guardiano titulado Impacto de la COVID-19 en niños con trastorno del espectro autista.

Aunque este blog se dedica preferentemente a cuestiones relacionadas con la discapacidad motora, en esta ocasión, como en otras anteriores, resumimos este artículo por su evidente importancia. En el estudio se aplicó un cuestionario anónimo que incluía las características demográficas y clínicas de los niños con trastorno del espectro autista (TEA), junto con el impacto que tuvo la pandemia en diferentes aspectos de la vida diaria de las familias. Se aplicó a 43 niños y el grupo de control estaba compuesto por 56, sumando un total de 99.

Dibujo de una silueta de la cabeza de un niño con engranajes.

Como sabemos el TEA se caracteriza por déficits en la comunicación y la interacción social, así como por patrones de comportamiento e intereses restringidos y repetitivos. Estas personas necesitan un entorno muy estructurado y el establecimiento de rutinas. Debido a la pandemia, las familias han tenido que adaptarse a la nueva situación, lo que ha supuesto la fractura de muchas de esas rutinas que comentábamos.

El  estudio se fijó como objetivo conocer cómo afrontaron los niños con TEA y sus padres el aislamiento social en sus hogares durante el cierre escolar. Se suponía que, durante el confinamiento, los niños con TEA tendrían un impacto negativo más pronunciado en diferentes aspectos de la vida diaria y que los padres de niños con TEA tendrían tasas más altas de estrés y más bajas de capacidad de adaptación con respecto a ellos mismos y a sus hijos que el resto de la población.

Los padres de los niños con TEA informaron de cambios en el comportamiento de sus hijos (en un 72,1%), mientras que los padres de los niños del grupo control, en su mayoría, no informaron de cambios (67,9%); las diferencias entre ambos grupos fueron estadísticamente significativas (p < 0,05). Las causas del cambio de comportamiento notificadas mayoritariamente por los padres de niños con TEA fueron ansiedad (41,7%), irritabilidad (16,7%), obsesión (11,1%), hostilidad (5,6%) e impulsividad (2,8%).

Los niños mantuvieron las rutinas en un 83,8%, se les asignaron tareas para hacer (71,7%) y experimentaron o aprendieron algo nuevo (52,5%) durante el período de cuarentena.

No se hallaron diferencias estadísticamente significativas, en ambos grupos, entre los cambios de comportamiento y el mantenimiento de rutinas (p = 0,191 para el grupo con TEA y p = 0,550 para el grupo control). Los padres de ambos grupos notificaron mayoritariamente un impacto negativo de la cuarentena en lugar de positivo con respecto el aprendizaje.

La diferencia del impacto de la cuarentena en el manejo de las emociones fue estadísticamente significativa entre ambos grupos (p = 0,02), y la mayoría de los padres de los niños con TEA informó de un impacto negativo en el manejo de las emociones al contrario de los padres del grupo control.

En resumen: los niños con TEA y sus padres tuvieron niveles más altos de ansiedad que los grupos de control.

Enlace al estudio completo (hay que registrarse).


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