Manuel
Ferrero López del Moral, según cuenta él en su sitio web es un
cuentacuentos, contador o cuentero, nacido en León y ciudadano de la vida.
Criado a base de narraciones, mina de carbón, cariño, nieve y mucha paciencia.
Decidió dejar el mundo de la abogacía y vivir del cuento.
Recoge historias de la gente mayor y las vuelve
a rodar. Escribe también las suyas propias para seguir la estela, fugaz o
eterna, de los miles de soñadores (que a la luz del fuego o en la sombra de la
noche de los tiempos), hicieron de la emoción y de la palabra un arte.
A nosotros nos interesa porque es la voz o la pluma de
muchos de los protagonistas del día a día en el mundo de la diversidad
funcional y de la educación en valores. Le he hecho una entrevista que me
parece interesante y está en esta bitácora porque viene a cuento, nunca
mejor dicho, y porque estrena un nuevo libro: La hormiga Pasmina.
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Manuel Ferrero en una de sus sesiones cuentacuentos |
A Manuel Ferrero lo conocí en el ciberespacio y
ese conocimiento me permitió traducir su cuento El reino de los mil escalones al gallego (O reino dos mil chanzos). Para ambas versiones se realizaron
actividades en la plataforma LIM (Libros Interactivos Multimedia) que están
publicadas en esta bitácora.
-¿Cuándo
y por qué decidiste dedicarte a escribir cuentos en los que, además de recoger
la tradición oral, lo más importante son los valores en general y el respeto y
la empatía con el diferente?
-Empecé escribiendo primero poemas en la
adolescencia, si bien de niño había escuchado cuentos y cantares tradicionales
de mis mayores. Recibí un legado hermoso mitad andaluz, mitad leonés. Se
mezclaban cuentos, leyendas, fandangos, retahílas, romances, coplas, jotas,
sucedidos... Una suerte haber escuchado esos cuentos y cantares. No les di
importancia. Casi los olvidé.
Como ya dije, empecé escribiendo poemas y
recitándolos en un grupo de poetas jóvenes que tenía el pintoresco nombre de Aldabón de Bombay. Una tarde, cuando yo
tendría 21 años, estaba trabajando de monitor de tiempo libre y conté mi primer
cuento, El cordero conquistador. Un cuento que escribí como regalo a una
enamorada que luego no se enamoró de mí.
Lo conté sin haberlo preparado. Recuerdo que, como llovía, los niños
para los que trabajaba se aburrían. Eso me animo a contarles algo para
entretener. Mezclé esta historia, con otras que recordaba de Horacio Quiroga.
Me asombré al ver que fluía algo en mí. Después de casi una hora de hablar,
ningún niño se movía. Todos aplaudían, reían y escuchaban con emoción. El
cuento del El cordero conquistador sería el primer cuento que escribí, el
primero que conté y mi primer libro. Nunca más dejé de contar y poco a poco fui
poniendo en valor el legado recibido.
-Algunas
protagonistas de tus cuentos son una chica con parálisis cerebral, una niña con
síndrome de Down, . . . ¿Piensas que a pesar de que estas personas tienen unas
características bien visibles, realmente lo son en nuestra sociedad?
-Los
libros pueden dar visibilidad. Por ejemplo en Anastasia la Valiente de Editorial
Edimater, escribo una historia donde una de las protagonistas tiene síndrome de
Down. Está chica nos enseña que se puede transformar el miedo en confianza. Los
verdaderos milagros suceden cuando aprendemos a querer y a vivir con plenitud.
En él se hace visible a este colectivo. Un cuento de tres amigas que son amigas
y viven aventuras. En el reino de los
mil escalones trato la parálisis cerebral.
En mis cuentos están muy presentes, pero en la
sociedad no son muy visibles y cuando la gente mira a estas personas, a menudo
lo hace con ojos de prejuicio. Creo que no se puede juzgar a nadie sin
conocerlo. La discapacidad es algo accesorio. Lo importante es ser humano.
A veces la gente no quiere mirar a estas
personas, como que fuera contagioso o monstruoso ser discapacitado. Es
verdad que en nuestro tiempo hemos avanzado. Ya no se los encierra y esconde en
casa como se hizo en otros tiempos, pero hay que liberar la belleza. Mirar lo
hermoso de alguien y poder verlo. Todos somos seres bellos, al margen de ir en
silla de ruedas, caminando sobre las piernas, siendo ciegos, viejos, jóvenes,
sordos, sanos, con una enfermedad rara, con síndrome de Down, con un problema
mental, autismo, superdotados, con discapacidad intelectual etc. Lo importante
para ser bello son las cualidades que uno tenga, no estos aspectos accidentales
de la vida. Nadie debería decir que no es bello sin conocerse. Yo conozco
personas preciosas en todos los lugares y de todos los tipos, con y sin
discapacidad. La fealdad está en la crueldad humana, no en el prototipo del
aspecto que nos venden las modas.
-¿Hay un
mensaje común en todos tus cuentos?
-Tantos
he escrito que no sé si se pueden aunar en un solo mensaje, pero siempre me ha
gustado darle la vuelta a todo y ponerlo todo patas arriba. Darle voz a los que
no suelen hablar o ser escuchados, puede ser un motivo muy repetido.
Desencarcelar el corazón es otro. Muchas emociones están atascadas en nuestro
planeta. Creo que la ternura, la fantasía y la sorpresa son mis referentes.
Otro es la sencillez. Todo es metáfora sencilla de ideas complejas y difíciles
de explicar. Dos viajes hay en mis cuentos. El que todo el mundo entiende y el
que se encuentra escondido, (a veces muy personal e íntimo). Para mi muchas
cosas representan otras escondidas, invisibles e inconscientes.
-En la
época actual los avances tecnológicos nos permiten incluir, ya sea en la
sociedad o en la escuela de manera más específica, a las personas con
discapacidad, pero eso nada tiene que ver con los sentimientos o emociones.
¿Crees que realmente estas personas se sienten incluidas?
-Habría
que preguntarle caso por caso a estas personas, pero me da que muchas veces las
vidas de las personas con discapacidad y sin, se tocan solo tangencialmente. No
hay muchos espacios de convivencia sin barreras. El principal escalón es
considerar a otro menos que a uno mismo. Puede suceder que alguien necesite
apoyos o ayudas para realizar algo, pero su libertad y su valía no deben
ponerse en duda jamás.
Si alguien no se siente útil, querido y valorado, no puede
evolucionar y sentirse feliz. Si miramos a los discapacitados con normalidad,
sin complacencia, con respeto a su libre dignidad, como a cualquiera otra
persona (con deberes y derechos), tal vez facilitemos que se sientan parte del
mundo. Ya lo son. Basta con que les dejemos caminar a su manera, decidir por
ellos y que la sociedad cree las adaptaciones que les den autonomía.
Reducir los presupuestos de dependencia me
parece un acto de ignorancia y de egoísmo. Una sociedad que no pone medios a la
libertad de estas personas, no es sociedad, debería llamarse suciedad.
-¿Hay un
espacio, que no mercado, en la literatura para este tipo de cuentos o crees que
sólo es cosa de Manuel Ferrero?
-Ya hay
muchos libros que tratan estos temas. Cuando escribimos El reino de los mil
escalones para la federación ASPACE (Asociación Personas afectadas de Parálisis
Cerebral y Discapacidades Afines),
había menos, muchos menos. Creo que hemos sido algo pioneros. Pero ojo, no todo
vale. Si esa literatura se hace paternalista e incide en las limitaciones en
vez de en la liberación de las mismas, corremos el riesgo de mantener el
prejuicio. Es verdad que la discapacidad puede generar aislamiento, bloqueos,
pero también es verdad que las personas que superan sus limites son el mejor
ejemplo de humanidad. Todos somos discapacitados en algo y geniales en otras
cosas.
No creo en el mercado. Es un concepto perverso
y competitivo. Es la gran estafa del que puede pagarse la publicidad en medios
de comunicación. Hacer literatura y vender, son cosas distintas. Se vende mucho
que es profundamente penoso, por eso, a mi me mueve hacer lo que me resuena.
Agradezco que se vendan mis libros, pero eso no mueve a escribir. Eso sí, sólo
si vendo, existo. Cada vez que alguien me compra, me da vida. Ojalá no tuviera
que ser así. Doy gracias a la gente por permitirme existir literariamente.
Sino vendiera libros, seguiría contando
historias oralmente. La clave para mi… expresar
como sea, pero expresar.
-Esta
bitácora se dedica a las personas con diversidad funcional motora, por eso
quiero que me hables un poco de El Reino
de los Mil Escalones. ¿Por qué decidiste escribir un cuento en el que la
protagonista es una chica con parálisis cerebral?
-Es un
cuento para la Federación
ASPACE Castilla y León, ilustrado con mucho mimo por Laura
Bécares y editado por Lobo Sapiens. Como trabajé y ahora colaboro de voluntario
en ASPACE, conozco esta realidad. Quise dar a conocer la valentía que muchas
personas con parálisis cerebral tienen. Su lucha para lograr la autonomía.
Nuestra sociedad esta llena de pruebas que ellos han de superar.
Elegí a una mujer que se enfrenta a un gigante
egoísta y caprichoso (un símbolo). Ella tiene una forma muy especial de
vencerlo (transformarlo). Me inventé un reino antiguo lleno de escalones y
cambié los papeles del cuento prototípico de hadas.
Agustina, la protagonista, con parálisis cerebral, es el pretexto
para mostrarnos la realidad de algunas de las personas con discapacidades
motóricas severas. Cuerpo casi inmóvil, pero mente, corazón y espíritu libre.
Mi ilusión, que ayude a crear espacios de encuentro y amor entre todas las
personas con y sin discapacidad.
Por ello, después del libro, creamos el
espectáculo: Lo normal es ser distinto.
Contamos El reino, Anastasia y muchos cuentos más con
personajes con discapacidad. Hemos visitado media España. Si quiere la gente
que nos lee, puede tener esa actuación gratuitamente. Solo cubriendo el
desplazamiento. Es mi compromiso con estas personas.
-Las
ideas preconcebidas y los prejuicios hacen mucho daño a la sociedad y excluyen
al diferente. ¿Crees que aunque se haya avanzado en este sentido, el mundo en
que vivimos es un mundo diseñado por personas sin discapacidad para personas sin discapacidad? ¿Estamos
avanzando?
-Avanzamos,
pero sino conocemos las necesidades, anhelos y apoyos que estas personas
demandan, nos costará avanzar. ¿Arquitectos, médicos, maestros, familiares,
empresarios, curritos, ciudadanos de cualquier tipo, con que ojos miráis al
“diferente”? Lo normal es ser distinto ¿Lo sabíais?
Mirar a cada uno de modo completo, con paciencia mutua y sin ideas
preconcebidas, es la clave de todo. Más amor y menos maximizar beneficios. A
los discapacitados, (entre los que me incluyo, todos lo somos en algo), os pido
valentía y expresión de nuestro modo único de ser y estar. Todo el mundo es
bello si en se siente hermoso tal cual es. Menuda tarea aceptarse con
totalidad. Eso si que es avanzar.
Quitemos escalones de las aceras, pero también
los mentales. Nadie es más que nadie. Acceder es un derecho.
-Hace
unas décadas aprendíamos a leer con los cuentos y nos educábamos con los cuentos; esa es la experiencia de los
que tenemos algunos años. En la actualidad también aprendemos a leer con
cuentos, pero ¿nos educamos?
-No
solo hay que leer. Reivindico el derecho de toda persona a escuchar cuentos.
Paso previo a leer es que nos cuenten cosas. Eso sí, cosas amorosas, épicas,
misteriosas, mágicas, realistas, utópicas o sencillas. Luego, al madurar en esa
escucha, nos volvemos autónomos y leemos, (que es contarse historias a uno
mismo a través de los ojos de un escritor). Pero, aún adultos, se agradece que
nos cuenten maravillas y no patrañas televisivas.
Hablar con los hijos y alumnos, dialogar…
Contarles y descubrirles el mundo desde la sencillez de lo que cada uno es, es para
mí el único modo de educar. Ojo, incluyo el silencio como forma de narración.
Un buen silencio lleno de ternura y serenidad es el modo más potente de contar
el cuento de la vida. Las grandes palabras nacen de ese silencio, por eso, las
personas sencillas han guardado y guardan el fuego de la tradición oral
milenaria. Hay un rato para callar y un rato para definir. Educar es saber
cuando hablar y cuando callar.-
-¿Qué
cuento te ha proporcionado más satisfacciones?
-Todos.
Cada uno en su contexto. Mi propia vida es el cuento más bonito. Además pienso
que esta por venir lo mejor del mismo.
-Manuel
Ferrero no sólo se dedica a escribir cuentos, también los cuenta. Cuéntanos un
poco como haces esto.
-He oído a muchas personas mayores. A menudo
campesinas. Me gusta con la humildad y nitidez que hablan. No encontré en los
cursos de oratoria y retórica la voz desde la que narro. La encontré en mis
mayores. Narro para transformarme, para descubrir verdades, para reírme con las
exageraciones, para educarme, para educar a otros, para fantasear y para ser
creador de cultura antes que consumidor.
Mezclo la técnica teatral que aprendí haciendo
cursos por medio mundo y la emoción profunda, esa que vi en la gente sencilla.
Sabías que se creían ignorantes por no tener título. Eran licenciados en vivir
y amar. Matrícula de honor en honestidad y verdad. Unos grandes maestros y
maestras.
-Acabas
de publicar La hormiga Pasmina, un
cuento para los más pequeños. ¿Qué se propone esta hormiguita y qué nos
propone?
-Ilustra
Raquel Lanza y edita Everest. Es un cuento ideal para infantil. Es la historia
de una hormiga, Pasmina, que pierde su
miga de pan y monta un cirio de no te menees hasta que la recupera. En su viaje
para recuperarla conoce muchos seres. Unos le ayudan y otros le complican.
¿Recuperará su miga? ¿Tú que crees?
La historia es sencilla, el lenguaje esta lleno
de ritmo y como siempre, tiene una doble vuelta para los adultos. Para el niño
o la niña es una aventura y para los mayores nos hace pensar que hay que vivir
con lo necesario, más de la miga es perder libertad, (la miga te tiene a ti) y
menos de la miga, es no vivir ¿Qué es lo
realmente importante en tu vida? Eso sí, el humor es el telón de fondo de los
sucedidos de esta hormiguina.
-Dime:
¿Cuáles son tus libros? Y para los interesados en adquirirlos: ¿Cómo pueden
hacerlo?
Tengo 5 libros;
Con la editorial Lobo Sapiens:
- El cordero
conquistador. Ilustra Rubén Mielgo.
- Kikiño. Ilustra Rubén
Mielgo.
- El reino de los mil
escalones. Ilustra Laura Bécares.
Con Editorial Edimater:
- Anastasia la Valiente. Ilustra
Jose Luis Navarro.
Con la Editorial Everest.
- La Hormiga Pasmina.
Ilustra Raquel Lanza.
Para conseguir los libros has de dar referencia
en la biblioteca o librería de la
Editorial, del ilustrador/a y de mi persona (Manuel Ferrero
López del Moral).
Se venden por todo el país, pero algunas veces
hay que visitar hasta 5 librerías hasta que des con el librero que los pida.
Hay libreros que dicen que no se les mandan un libro, porque no les renta (ganan
poco por los gastos de envío), o porque tienen acuerdos de distribución con
distribuidoras distintas a las de mis editoriales. Eso les prohíbe pedirlos. Perseverad si queréis encontrarlos.
No es culpa del librero, pero tampoco mía. Otras veces se consiguen a la
primera.
Sé que en el caso de Everest, la distribución
es propia y llega a todos los lugares casi al 100 por 100. En los otros dos
casos Lobo Sapiens y Edimater, también podéis llamarles directamente a ellos,
para preguntar donde quereis que os lo envíen.
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