La tendencia a generalizar la evaluación de una persona por un factor negativo a todos los aspectos del desempeño de esa persona es lo que se llama efecto horn. Si nos ponemos a pensar es mucho más frecuente de lo que parece. El no comprender la mirada del otro y la falta de empatía es de lo más dañino para las personas con diversidad funcional; en definitiva: el no hacer un mínimo esfuerzo por comprender o no ponerse en el lugar del otro. En nuestra bitácora –en su cabecera, recordamos a Carl Rogers que afirmaba que para ponerse en el lugar del otro había que ponerse sus zapatos y caminar.
Nos gusta acompañar -iba a escribir ilustrar, pero no sé si será adecuado- las entradas de la bitácora con videos. Me refiero a esos videos que hay en algunas de las entradas, bastantes. No es, en muchos casos, un elemento accesorio; a veces, lo accesorio son las palabras. Hay, me parece, obras de arte que dicen mucho en pocas palabras. Por eso ilustro esta entrada con un fragmento de un film realizado a iniciativa las personas en dificultades con el habla APF de Loire Atlantique, Francia (también conocido por el nombre de Demóstenes, el orador y político griego que ponía piedras en la boca para rehabilitar su dificultad para hablar).
Una bella secuencia, servida por buenos actores, que educa. Es un grandísimo mensaje sobre el tema de la generosidad espontánea de una persona con dificultades de comunicación verbal, frente a otra persona con otra discapacidad: ¡ha sido inmovilizada debido a un fallo del coche!
Así que tomemos el tiempo necesario en escuchar . . . y en entender. Y recordemos que todos tenemos alguna discapacidad. La peor de todas: no saber ponerse en el lugar de los demás.
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