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jueves, 1 de septiembre de 2011

De la palmadita en el hombro a ver la nuca del discapacitado

He esperado que Oscar Pistorius acabara su aventura antes de escribir nada. ¿Si esta aventura, hazaña o ejemplo de resiliencia hubiera acabado de otra forma el sentido de mi escrito sería distinto? No lo sé.
Empecemos por el principio. Oscar Pistorius nació en 1986 en Sudáfrica  con agenesia parcial de sus miembros inferiores. Los médicos que le atendían cortaron por lo sano, le amputaron ambas piernas por debajo de la rodilla y le colocaron unas prótesis, pensaron que cuanto antes se acostumbrara a llevarlas, mejor sería para él. Y así fue, no sólo aprendió rápido a usarlas, sino que les sacó un gran partido. Estas prótesis de carbono llamadas cheetahs (en español guepardo, ahora comprendemos por qué se llaman así), le han permitido a Pistorius batir récords en los juegos paraolímpicos de 100, 200 y 400 metros.
Pistorius en la pista de atletismo
Pistorius en la pista de atletismo (de Wikipedia)
Oscar fue batiendo récords; iba todo muy bien, incluso le invitaron para correr con atletas sin ningún problema físico –de los otros ya verán que no- y no desaprovechó su oportunidad para ir creciendo y acercarse a los registros mínimos para participar. Entonces a la IAAF (acrónimo de Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo) no le pareció normal que Pistorius participara con atletas de élite y llegara a la meta junto con los mejores, y eso se debía, según la asociación, a que tenía ventaja con sus prótesis. El siempre dijo que no era ninguna ventaja, pues cómo es que no hay más atletas amputados o con agenesia de sus miembros que logren marcas como las suyas.
Pistorius demandó a la IAAF. El TAD (acrónimo de Tribunal de Arbitraje Deportivo) encargó un estudio científico a expertos en tecnologías del movimiento y el resultado fue que el TAD consideró que Oscar Pistorius podía competir en pruebas de atletismo con los demás atletas que tenían sus dos piernas de carne y hueso.
El atleta sin piernas –el dice que no es un inválido, únicamente le faltan las piernas- sigue su progresión y en estas fechas, en Daegu (Corea del Sur) donde se celebra el Campeonato Mundial de Atletismo, ha corrido las semifinales de los 400 metros. Ha llegado hasta ahí sin que nadie le haya regalado nada. Es un gran logro, pero no consiguió clasificarse para la final. Aún así, nadie podrá negar que es una auténtica proeza, que se debe más a su determinación que a sus prótesis.
La moraleja es que cuando el discapacitado va quemando etapas y consiguiendo los pequeños logros del día a día, todo son palmaditas en el hombro, pero qué desagradable es, para algunos, ver su nuca en la carrera.
Nos alegra compartir ejemplos de resiliencia como éste y, al mismo tiempo, contribuir a combatir actitudes fundamentadas en  el pobrecito discapacitado, en la caridad o en la misericordia. En su lugar, intentemos facilitar la integración de estas personas en todas las facetas de su vida, es lo justo.
(De varias fuentes)

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